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sábado, 21 de diciembre de 2013

La multa a Google o como rasgarse las vestiduras

Llevo todo el día leyendo artículos, posts, opiniones y comentarios de lo más diverso en relación a la multa a Google de la AEPD (pongo este enlace para despistados por poner alguno, los hay a patadas). Me refuerza mucho en mi teoría de que nos encanta rasgarnos las vestiduras por un quítame allá esas pajas pero que luego no solemos afrontar las consecuencias de nuestros actos. 

Yo creo que Google no se esconde. Nunca lo ha hecho. Ni lo intenta. Sólo se recubre de una fina pátina de buenrrollismo (pero sin pretender ocultar lo obvio: más bien limarlo un poco).

En sus condiciones de privacidad lo dicen bien alto: "Los datos que recogemos a través de todos nuestros servicios se utilizan para prestar, mantener, proteger y mejorar dichos servicios, desarrollar nuevos servicios y velar por la protección de Google y de nuestros usuarios. También utilizamos estos datos para ofrecerte contenido personalizado como, por ejemplo, resultados de búsqueda y anuncios más relevantes". Vamos, que está claro: todo lo que les digas y compartas con ellos lo usarán para "rentabilizarte", alargar tu "life time value" al máximo y poder sonsacarte más información para perpetuar el ciclo.




Y hasta te detallan toda la información que extraen, a saber: "información detallada sobre cómo utilizas nuestro servicio (por ejemplo, tus consultas de búsqueda); datos telefónicos como, por ejemplo, tu número de teléfono, el número de la persona que realiza la llamada, los números de desvío, la hora y fecha de las llamadas, la duración de las llamadas, información sobre el enrutamiento de mensajes SMS y tipos de llamadas; la dirección IP; información relativa a tu dispositivo como, por ejemplo, fallos, actividad del sistema, ajustes del hardware, tipo de navegador, idioma del navegador, fecha y hora de tu solicitud y URL de referencia; cookies, que permitirán identificar tu navegador o tu cuenta de Google". Es decir: van a obtener de ti todo lo que necesiten saber para "vender" mejor su verdadero producto: la publicidad.

Tampoco oculta, en realidad, sus intenciones, y lo deja expuesto en las condiciones de servicio con una frase lapidaria: "Si usas nuestros servicios, aceptas que Google use dichos datos de conformidad con sus políticas de privacidad". Y, además, añade: "Al subir contenido o al enviarlo por otros medios a nuestros Servicios, concedes a Google (y a sus colaboradores) una licencia mundial para usar, alojar, almacenar, reproducir, modificar, crear obras derivadas (por ejemplo, las que resulten de la traducción, la adaptación u otros cambios que realicemos para que tu contenido se adapte mejor a nuestros Servicios), comunicar, publicar, ejecutar o mostrar públicamente y distribuir dicho contenido". Es decir: no sólo van a rentabilizarte a ti, también todo lo que compartas, incluyendo emails, posts, publicaciones, imágenes o vídeos (pioneros hasta en aquello de "el contenido es el rey"), ¿queda claro, no?

Para mí es meridianamente claro: siempre lo fue: y quién no lo quiera ver está muy ciego. ¿A cuenta de qué una empresa te va a ofrecer uno de los mejores buscadores en internet, un servicio de correo electrónico, un disco duro virtual con gran capacidad de alojamiento, software para creación de documentos, calendario on-line, conexión con tu terminal móvil de todos estos servicios (por mencionar unos pocos, que no todos) de forma totalmente gratuita si no esperara algo a cambio? Vamos, por favor. El problema es que (y esta es una brillante frase extraída literalmente también de las páginas de Google) "a algunos usuarios no les interesan los documentos legales, pero se trata de contenido importante". Porque claro, es mejor quejarse. La ambigüedad es para quien la quiere encontrar. Igual que la dificultad de acceso a los datos (vamos, nada más sencillo que darse de baja de los servicios, pero, claro: te quedas sin servicios gratis, mecachis).

Dominan la mitad del mercado de la publicidad digital mundial; controlan las búsquedas on-line de una gran parte de la población del planeta; saben de nosotros más que nosotros mismos; evaden impuestos (de la manera más legal posible) siempre que pueden; traen de cabeza a todos. Definitivamente, no me gusta esto. No es bueno. Para casi nadie (excepto, por supuesto, para Google). Pero no me gusta la doble moral. Nada es gratis. No hay ambigüedades en eso. 

A ver: si mañana alguna de las asociaciones súper guays de defensa de los consumidores que tenemos propone un apagón anti-Google, ¿quién lo secundaría? Estoy esperando a ver las manos levantadas: la mía lo está, pero dejadme antes que ahorre, porque me tocará gastarme unos pocos cientos de euros en todo lo que me ahorro gracias a ellos.

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