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viernes, 29 de noviembre de 2013

Su moto... y él: social media, Harleys y tele...

En este rarísimo mundo de la comunicación, la publicidad y los nuevos medios son raras de ver las ideas realmente novedosas. Y más las que lo son aunque a primera vista no lo parezcan.

Tengo la suerte de conocer a Ramón Pradera hace casi 30 años. Y aunque me encantaba como presentador de telediarios debo confesar que era algo que siempre se le quedó un poco pequeño (es lo que le suele pasar a los que tienen mucha actividad en la cabeza... y en el corazón). Por eso no me entristecí mucho cuando lo dejo (aunque pueda parecer uno de esos chollos laborales que todos buscamos en la vida: si no te llena, no te llena; y punto). Después de encontrarnos varias veces en diversos actos (algunos de Personal Branding, muy interesantes) y de retomar definitivamente el contacto cotidiano (cuando se lanzó Vibook) me empezó a hablar de su proyecto "Mi Moto y Yo", y de su concepto, que iba mucho más allá del mero entretenimiento televisivo y que se ahondaba más en la creación de una Comunidad Vertical (y todos sabéis que ahí ya me ganas: soy un apasionado incomprendido de este tipo de acciones, sobre todo si están bien hechas y aprovechan al cien por cien todo el potencial que una comunidad aporta a una marca o nicho de mercado: si hasta trabajo en eso, ya sabéis: Mangusta). Mucho ha llovido. Pero Ramón lo tenía claro: y cuando tienes las cosas claras, como él mismo dijo ayer en su presentación en Inspirational (y si trabajas mucho, claro), los proyectos suelen terminar saliendo.

La presentación me encantó: se le notan las tablas y el ingenio: nunca pensé que vería unas Harley rodando en la sala 25 de Kinépolis. Pero me encantó más el proyecto en sí (pese a que aún queda en una nebulosa, porque lo bueno, bueno, no lo podrán contar hasta dentro de unos días): ya no se trata de tener en parrilla un buen programa (que lo será), dónde un grupo de amigos a lomos de sus motos recorrerán España palmo a palmo para mostrarnos todo lo que de bueno tiene nuestro país (que todos sabemos, o deberíamos saber, que es mucho) desde una nueva perspectiva (seamos parte de una banda de moteros y busquemos con ellos bellos paisajes, buenos lugares donde comer y dormir) y con un excelente plantel de colaboradores (Álvaro Cabezas, director de Custom Machine, Mateo Barrios, de MondoBiker, o la cantante Alice Labelle), sino de ir más allá y aprovechar las nuevas tecnologías para convertir ese programa en "algo más". Y ese algo más pasa por que los espectadores sean parte de la comunidad y que los miembros de la comunidad se conviertan en espectadores. La comunidad, dónde además el propio Ramón y sus colaboradores puedan ir volcando todo tipo de contenidos adicionales, incluso en tiempo real, para que todos aquellos que lo deseen puedan ir más allá en su viaje junto a los protagonistas. El Social Media es la nueva TV, o la nueva TV ya es Social Media. Como lo prefiráis enfocar. Y, por supuesto: incluye en la fórmula una buena dosis de Branded Content (pero del bueno, nada de anuncios largos). La plataforma tecnológica es aún un misterio: pero dará mucho que hablar (y, si me dejan, en breve comentaremos al respecto). Pero lo importante no es la tecnología: es el CONCEPTO.

Y el concepto de Mi Moto y Yo no va a dejar a nadie indiferente.

¿Apostamos?

miércoles, 27 de noviembre de 2013

El maravilloso mundo de las aplicaciones en Facebook

Hoy toca barrer un poco para casa pero también de hablar de algo que da mucho juego y que lleva cierto tiempo aportando nuevas posibilidades a las páginas de fans en Facebook: las aplicaciones. Por definición: una aplicación es un programa informático que se utiliza como herramienta para una operación o tarea específica. No me enrollaré con terminología técnica. Tampoco divagaré sobre tal o cual lenguaje de programación (porque, así entre nosotros, ¿para qué?). Cuando en 2011 la empresa de Zuckerberg cambió por completo el diseño de las páginas corporativas se abrió un nuevo abanico de posibilidades para los desarrolladores: las empresas podían personalizar las mismas incluyendo hasta 12 TABs diferentes (aunque sólo 4 son visibles, y una de ellas obligatoriamente es la de fotografías, por lo que hay que desplegar el menú para poder verlas todas: a ver si nos vamos acostumbrando), y desde cada una de ellas podían enlazar a una aplicación diferente (algo que servía, entre otras cosas, para que los usuarios no se vieran obligados a dejar Facebook para poder disfrutar de determinadas opciones). Sólo por cuestiones de autobombo usaré el ejemplo en la página de Fiat


La Fan Page de Fiat con las diversas pestañas desplegadas

Hay aplicaciones para todos los gustos. Desde las más básicas (¿quién no ha visto el típico formulario de contacto (en nuestro caso desarrollamos una versión propia con algunas funcionalidades más que denominamos "Atención al Fan")?), pasando por las ya habituales aplicaciones de concursos (por cierto, recomiendo probar Contest O'Matik: más que interesante opción, ya que también puede emplearse para la generación de encuestas), los juegos (tan denostados por algunos como amados por otros) o las más recientes vinculadas al comercio electrónico: todas tienen algo en común: aprovechar más el potencial de una página de Facebook (ya sea para vender, para generar engagement, para incrementar las interacciones o para hacer crecer el número de fans, porque no olvidemos que cuando desarrollamos un programa para Facebook, éste puede interactuar, no sólo con el usuario que lo autoriza, sino también con sus amigos: una aplicación puede escribir en el muro de un usuario o enviar invitaciones y mensajes a sus conocidos. Es fácil ver las capacidades de estos programas en muchos ámbitos. Y, por supuesto, también sus contras (habida cuenta de que, cada vez más, aunque tal vez no lo suficiente, nos preocupamos de nuestra privacidad en los medios sociales)).

Todo se puede conseguir usando aplicaciones: vincular un blog corporativo o integrar un perfil de Slideshare, transformar una página en tableros de Pinterest o permitir la visualización de un canal de YouTube o el TimeLine de una cuenta de Twitter. Y cuando digo todo, digo todo. Por ejemplo: se pueden vender coches (literalmente): desarrollamos una aplicación que permitía visualizar el catálogo de algunas de las marcas de automoción que gestionamos y que, a su vez, estaba conectada con el CRM del cliente: de este modo, cuando un usuario se registraba en la aplicación solicitando una oferta comercial se podía trazar su interacción completa durante todo el proceso y determinar si culminaba en la adquisición de un vehículo: tan simple como efectivo (ahora que no me digan que no se puede calcular el ROI en social media).

Landing page de la página de producto de Alfa Romeo

Pero también podemos desarrollar aplicaciones mixtas, que por un lado inviten a viralizar pero que por otro no olviden fomentar la compra o promocionar determinados artículos. He traído como ejemplo la última creación de The Blog TV, una aplicación personalizable (es decir, la base de programación es única, pero se puede customizar el diseño adaptándolo a la imagen de cada empresa concreta) denominada WishList que permite a los usuarios crear sus propias listas de regalos (en base a una serie de productos predeterminados por cada marca) y compartir sus "carta a los Reyes" con sus amigos dentro de la red social (ya puestos a jugar al "amigo invisible" que al menos nos den pistas, ¿no?).


En resumen, que se me pasan los dos minutos: si quieres una buena página en Facebook, pon una aplicación en tu vida. Y, llegado el momento de hacerlo, ¡no dejes de consultar a los profesionales!

martes, 26 de noviembre de 2013

Otras formas de ser social: documentos compartidos

Muchas veces nos dejamos llevar por lo "obvio" (que, paradójicamente, rara vez lo es para los demás) y asumimos que Social Media son los básicos que todo el mundo conoce y dónde todo el mundo está (o parece que está, o dice que está) sumados a las mensajerías instantáneas (Whatsapp principalmente, Line apuntaba maneras pero después de sus últimas pifias en los experimentos publicitarios ya no lo tengo claro; de los nuevos jugadores no puedo hablar, no los he probado). Sin embargo en los tiempos que corren el mero hecho de intercambiar (fotos, vídeos, frases absurdas o, directamente, memes) se nos está quedando algo corto. E incluso plataformas como Slideshare (ideales como complemento a un perfil en LinkedIn, por ejemplo) también: ¿no echáis en falta muchas veces hacer una anotación o una corrección (siempre de buen rollo, claro) dentro del documento en cuestión?

Personalmente estoy en todas partes (literalmente, que tristeza) y, además, me comunico con mis grupos de amigos empleando mensajería instantánea desde mi móvil. En determinados grupos de Whatsapp propuse (porque yo soy así, de proponer tonterías) combinar la información compartida (con sus limitaciones, cada vez menos) con la creación de un documento compartido online donde volcar una especie de agenda común y todos aquellos datos relevantes de todos nosotros (con objeto de no tener que estar constantemente revisando cientos de mensajes para buscar tal o cual cosa, tal o cual convocatoria). Una pifia monumental por mi parte (eso me pasa por osado: pero me sirvió para darme cuenta, una vez más, que muchas veces los que vivimos enfrascados en esta tontuna endogámica de los medios sociales y los nuevos medios pecamos de soberbia pensando que "todos" deben conocer las mismas herramientas que nosotros: gran error, y lo peor es que, a veces, aplicamos ese pensamiento a nuestras estrategias). Y de aquellas lluvias, estos lodos.


El caso es que las posibilidades sociales de trabajar con documentos compartidos van mucho más allá del entorno laboral (ahí es mucho más evidente su utilidad). Pero, claro: hay que saber por dónde empezar. Lo básico: tu cuenta de GMail. Y a partir de ahí igual de sencillo: segundo: abrir tu Google Drive (¿hasta aquí bien?). Después haces clic en "Crear" (arriba a la izquierda), seleccionas el tipo de documento y listo (bueno, no, pero casi: luego ahondo en eso, dadme un par de párrafos). Una vez que guardas el documento creado puedes compartirlo (o no: recuerda que tu Drive también puede ser usado sólo como disco duro virtual): una operación que no podría ser más sencilla: seleccionas la privacidad del archivo, introduces la dirección de email del usuario o usuarios a quienes permites acceso (bien para ver, para anotar o para editar con libertad el documento) y punto.



Los usuarios seleccionados recibirán un sencillo email que incluye un enlace al documento (como el del pantallazo de un poco más abajo). Y todo listo para empezar a trastear en equipo. Y se puede trastear mucho: escribir artículos a cuatro manos en tiempo real, compartir y modificar las habituales "agendillas" en hoja de cálculo (vamos, confesad: todos hemos usado Excel para hacernos nuestros listados de contactos con esos campos tan habituales de nombre, email, teléfono, cumpleaños, observaciones... tan básico como útil) y esas cosillas.

(Lo prometido: dos párrafos después...) Pero, claro, eso es si queremos quedarnos en lo de siempre (ojo, que no es poco: la presentación, la hoja de cálculo, el formulario o el editor de textos). Si queremos jugar en las ligas de los mayores puedes conectar a Google Drive infinidad de aplicaciones: para editar vídeo, para hacer mapas mentales, para preparar mockups en equipo, para desarrollar proyectos creativos, editores de audio, programas de dibujo, CRMs básicos (bueno, y podría seguir, tanto para temas profesionales como de ocio)... A mí, por ejemplo, me encanta (conceptualmente) Realtime Board: mucho más que una pizarra multiuso colaborativa. Aunque claro, hay para todos los gustos.


Y ahora sólo queda conocer vuestra opinión al respecto: ¿os animáis a compartirla? También valen trucos y consejos (que siempre vienen bien) o experiencias propias en el uso de documentos compartidos.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Una aplicación que mira más allá…

Lo cierto es que el mundo es un pañuelo. Había oído hablar hace unas semanas de una nueva aplicación móvil que permitía dejar pequeñas cápsulas del tiempo para recordar a las generaciones venideras momentos importantes de nuestras vidas (jo, como en las películas americanas: ¿por qué aquí no hacíamos esas cosas?).  Conceptualmente me resultó de lo más interesante.  ¿Lo más curioso? ¡Qué uno de los socios que habían hecho realidad el proyecto (con poco dinero y mucha ilusión, ¡qué no se diga que en España no tenemos talento!) era el marido de una compañera de clase de hace más de 20 años! Por cierto, desde aquí mi enhorabuena a Jesús Castells: ya se la he dado personalmente, pero nunca está de más. Es duro emprender en España.

No quiero decir que de no ser así no hubiera escrito sobre RecMemberMe: pero, claro, lo hubiera hecho con mucha menos ilusión (es algo muy nuestro eso de ponernos contentos por los éxitos de quienes nos resultan cercanos).




Todo hay que decirlo: la aplicación no puede ser más sencilla (y se agradece): tras el habitual, y necesario, registro (que puede ser social a través de Twitter o Facebook; ojo: los textos e imágenes encapsulados son privados, es decir no compartes sus derechos, lo que es bueno, y se alojan en servidores seguros, es bueno saber que aún queda algo de confidencialidad en el mundo)  seleccionas una plantilla de envío (hay diversas opciones gratuitas, aunque también puedes decidirte por plantillas “de pago”, algo más sofisticadas), introduces la foto, el título y el texto, incluyes un destinatario (si no tiene email, la aplicación te manda un recordatorio para que lo incluyas más adelante; además, curiosidad: se comprometen a mantener actualizadas las formas de comunicación futuras, ¡menudo riesgo!) y decides cuándo quieres que el destinatario reciba el mensaje (año, mes, día y hasta hora; eso sí: sólo garantizan el servicio durante los próximos 100 años: ¡esperamos que sean suficientes!). Evidentemente, lo puedes compartir (por ahora, al igual que con el login, sólo en Facebook y Twitter; a ver si se animan e incluyen Google+), aunque bueno, entiendo que tampoco es el objetivo de la aplicación. Otra funcionalidad interesante es la posibilidad de crear un mapa de recuerdos (si las imágenes están geoetiquetadas, una opción que no todos tenemos activada en nuestros smartphones).

Por ponerle pegas: una vez enviado el Recmember no lo puedes modificar (cuidadín con eso, que te puede jugar una mala pasada, ¿quién no ha deseado borrar un recuerdo alguna vez?).


Y, ¿los vídeos? Bueno, para mandar vídeos hay que plantearse pasar por caja y darse de alta como usuario Premium. No es caro. Y me parece un interesante modelo de negocio (a combinar con otras fórmulas de monetización, como la publicidad). Al final las imágenes se van quedando cortas y la opción del vídeo (aunque no permite piezas largas más allá del minuto y medio) seguro que será una baza a tener en cuenta.  ¿Preparados para dejar un testimonio a las generaciones venideras?

lunes, 18 de noviembre de 2013

El futuro inmediato (del social media) se escribe en Google+

Soy de los que están muy hartos de escuchar por ahí ese leit-motiv tan de incrédulos: “Google+ es un erial”. Y lo cierto es que sí que es cierto que en muchas ocasiones lo parece (no en el Google+ que yo visito a diario, pero parece que en el de algunos sí, ¿qué le vamos a hacer?).

No soy un “Google Lover” (porque igual que defiendo lo que hacen bien me enerva cuando tratan de aprovecharse de su posición dominante, algo que hacen más a menudo de lo que su slogan podría hacer pensar), pero sé apreciar las cosas buenas que aportan los chicos de Mountain View. Y si hay algo que están haciendo bien es su incursión en el entramado del Social Media, máxime con la fusión de todos los servicios asociados a las cuentas .



Para muestra un botón. Mi botón. Soy el orgulloso padre de una niña de 10 años que, actualmente, cursa quinto de primaria. Su profesor (que tampoco es que sea un chavalín) decidió centralizar en el entorno digital diversas de las tareas: instó a los alumnos a crearse una cuenta de correo electrónico, a través de la cual recibirían semanalmente sus deberes y la agenda de actividades, que también podía consultarse (vía Google Calendar, todo hay que decirlo) en la web específica y colaborativa de su clase. Personalmente me pareció una excelente idea. Lo que ocurrió al abrirse las cuentas (mayoritariamente GMail, algo que MSN debería hacerse mirar tras el titánico esfuerzo en la reconversión de Hotmail a Outlook) fue lo obvio: al unificar sus servicios Google ofreció a toda la chiquillería la opción de abrir su perfil en Google+: ni qué decir tiene que todos los compañeros de clase lo hicieron.  Por favor: ¿y qué niño de 10 años diría que no a abrirse una cuenta en una red social (cuando se lo ponen tan, tan fácil)? Para los padres supone una necesidad adicional: si no estás en Google+ debes entrar (aunque sólo sea para controlar lo que hace el niño); ¿y si poco a poco muchos padres entran en Google+?, ¿para qué mantener su actividad en Facebook? Una migración ordenada puede estar empezando a los ojos de todos sin apenas darnos cuenta.


La actividad de los niños en la red social de Google es frenética: hang outs, documentos compartidos (para los típicos trabajos de clase; me acuerdo cuando teníamos que pedir a nuestros padres que  nos llevarán a casa del único de la clase que tenía un prehistórico IBM con un procesador 286 (o puede que anterior), su sistema operativo DOS, su pantalla de fósforo, su disquetera de cinco y un cuarto…, suena todo tremendamente antediluviano, y no lo es tanto), fotos, canciones, vídeos… Yo, lo que me pregunto es: ¿alguno de ellos utilizará alguna vez Facebook? Y me respondo: lo veo harto improbable: porque nadie de su generación está allí esperándoles. Bueno, o tal vez sí. Pero, repito: improbable. Y me fijo en lo que sucede con la prensa escrita: que les cuesta adaptarse a los lectores más jóvenes. Y para mis adentros pienso: los ciclos cada vez son más cortos. Y los costes de desarrollo siguen siendo elevados. Los negocios digitales, igual que las lavadoras, están empezando a ser diseñados bajo conceptos de obsolescencia programada.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Datos, datos, datos: las estrellas del tercer encuentro digital de On Twice

Lo cierto es que estos eventos de On Twice me gustan en general, pero debo confesar que esta edición (la tercera ya) en particular me ha parecido sumamente interesante. Ya el título resultaba de lo más sugerente: Marketing de Resultados.




Tras una presentación y puesta al día por parte de Manuel Mercader, que hizo especial hincapié en las tres palancas clave del marketing digital (analítica, investigación y experiencia) arrancó lo bueno: la charla de Rubén Gallardo, director de audiencias e inteligencia de clientes PRISA, “¿Cómo extraer información relevante?”.

Y empezó con una reflexión interesante, con la que me confieso de acuerdo (no por casualidad dejé el display convencional para buscar nuevos retos en tecnología aplicada a medios sociales y comunidadesverticales): ya nadie se plantea planificar pensando en impresiones (bueno, algún despistado quedará) sino que ya se piensa en usuarios (de ahí que las compras programáticas y la gestión de datos sea clave: el martes mismo divagaba yo sobre ese tema en una interesante charla con un colega: muchos que no lo entienden se van a quedar en el paro). Y la clave está en los navegadores (incluso más que en las leyes): un 23% de los usuarios ya  usan navegadores que por defecto bloquean las cookies de terceros (no las de navegación, pero sí las de publicidad, precisamente las que aportan a los ad servers la información necesaria para lanzar publicidad basada en comportamiento). Por eso, los grandes ya están trabajando en que los usuarios se loguen a la hora de navegar en sus sitios. Porque es ese registro (ya sea convencional o social) el que les da información para conocer a sus usuarios aunque no puedan contar con cookies. Además al registrarse un usuario ya declara una relación directa con el sitio; mejora su experiencia (puedo personalizar su navegación y, ojo, su publicidad, en función de su registro); la clave está en que si nos vemos abocados a un entorno anónimo en la red debemos empezar a trabajar más empleando un CRM, o un Social CRM si lo preferimos: no sólo necesitamos usuarios logueados: necesitamos conocerlos bien y analizar sus evoluciones.

Tras Rubén le tocaba el turno a Jesús Ramón, que intentaba dilucidar  “Cómo interpretar lainformación”: supongo que era inevitable que añadiera la coletilla “y no morir en el intento”. Porque lo cierto es que en los últimos cinco años se ha generado más información que en los 50.000 anteriores. Y eso, señores, es muy complicado de manejar. He hizo hincapié en separar conceptos: no es lo mismo Analítica que Research. Entender eso es vital. Porque la analítica nos dice "qué", y el research nos dice "cómo": sólo empleando correctamente ambos podremos empezar a intentar intuir el "porqué". Aunque confesó que no era experto en neuromarketing (que junto a las ciencias del comportamiento intenta definir cómo somos y nos comportamos ante determinados impulsos; yo me acordé de Mónica Deza y de excepcional ponencia al respecto) sí aseveró que una parte relevante de su labor es intentar entender como pensamos. Porque es un hecho que el 95% de los factores que nos llevan a tomar decisiones no están identificados. Igual que lo es que el mundo digital nos estresa. Y es ese estrés el que nos hace ser aún más irracionales que de costumbre. Una curiosidad al hilo de esta afirmación: la primera búsqueda de Yahoo era Yahoo, lo mismo pasaba en Google y ahora en Facebook, ¿no demuestra esto que, realmente, estamos todos fatal? Nuestro cerebro es un órgano de lo más curioso: procesa las imágenes sin necesidad de pasar por el córtex: por eso lo primero que miramos en cualquier web son las imágenes. Ni siquiera funcionamos igual dependiendo de nuestro sexo: hombres y mujeres son diferentes: por lo que la comunicación, máxime en digital, dónde las oportunidades duran unos segundos, debe ser diferente.

Nos trajo, además, una brillante frase de Daniel Kahneman: “Tenemos dos sistemas de pensamiento, y el 90% de las veces gana el rápido, emocional e inconsciente”. Y es una gran verdad. Por eso nuestra meta debe ser no hacer pensar a los usuarios, tan sólo hacerlos sentir. Si el usuario se va, rara vez vuelve.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

¿Queréis SOLOMO pero de verdad?

Hace unos días tuve la suerte de asistir a SOLOMO2013 y me di cuenta de que queda mucho por hacer en el tortuoso camino de la integración de Social con Mobile en el desarrollo de estrategias para generar tráfico físico en el punto de venta. Bueno, o quizás no tanto. Lo cierto es que pudimos ver hace poco con el equipo de The Blog TV las ideas (y algo más que ideas) que están gestando nuestros amigos de Yondbee y Contest'O'Matik. Personalmente llevaba algún tiempo pensando en que ya es posible (y necesario) empezar a trabajar en la construcción de esos senderos. 

App Integration es una de las ideas más ingeniosas que he podido ver en los últimos tiempos. Partiendo de una premisa indiscutible (es en el móvil, mejor dicho en el smartphone, donde los usuarios, cada vez más, desarrollan su vida en social media) y otra quizás menos evidente (pero igual de clara, al menos para mí), que a las aplicaciones móviles de muchas marcas se les podría sacar mucho más partido, Luca Zollino y su equipo decidieron integrar en cualquier App nativa (para Android o iOS), empleando un SDK, una ventana de promociones y concursos conectada a la página de Facebook asociada.

Sí: hablamos de SOLOMO, así con mayúsculas. De SOLOMO de verdad: de Social, Local y Mobile. Finalmente. El objetivo es combinar los beneficios de SOCIAL con las ventajas de MOBILE y conseguir lo que pocos consiguen a día de hoy: generar conversiones en LOCAL. Se aprovecha la existencia de la App nativa de la marca incluyendo una nueva pestaña desde la que los usuarios puedan acceder a los concursos que se desarrollen en Facebook, haciendo especial hincapié en acciones geolocalizadas (aprovechando las opciones de push que permiten, o suelen, dependiendo de la magnanimidad del usuario en cuestión (yo aconsejo: ya que instalas una aplicación en tu móvil, no seas tonto: sácale partido permitiendo las opciones de localización) las Apps nativas en función de las configuraciones de privacidad) en los entornos de los puntos de venta (y, por ende, generando tráfico físico real al punto de venta).

Además, todo esto se puede desarrollar también con mecánicas de gamificación, ya que al vincular las diferentes promociones dentro de un único entorno, se puede "premiar" a aquellos usuarios que más interactúen.


¿No os quedáis con las ganas de probarlo?  No dejéis de llamarme o escribirme.