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martes, 31 de diciembre de 2013

Adios, 2013, adios...

Hoy es el último día del año y toca (porque los seres humanos somos así: de ciclos; y si no separamos los ciclos nos da la impresión de que el tiempo pasa demasiado despacio o demasiado deprisa) parar un segundo a reflexionar. Ha sido un año raro. Raro, porque todos pensábamos que habíamos tocado fondo y arrancábamos 2013 con un hálito de esperanza mal disimulada, pese a las vocecillas (internas y externas) que nos recordaban que no, que estábamos mal y podíamos estar peor. También porque, mal que nos pese, hemos podido confirmar que estamos programados para discrepar. Y ya puestos a discrepar, hemos discrepado en casi todo. Raro porque ni tan siquiera el optimismo estaba bien visto (más bien al contrario: ha habido momentos en los que ver el vaso medio lleno ha sido tachado de ilusorio, e incluso de cosas peores) y hemos rozado con los dedos la desesperación de los más cercanos, y casi que la propia. Raro porque nadie estaba de acuerdo con nadie y era difícil asistir a un encuentro con amigos o familiares sin que nos enzarzáramos en incruentas (o a veces no tanto) trifulcas a colación de temas que nunca debieron salpicar nuestras charlas, disputas que creíamos (y deberíamos) haber olvidado. Hemos visto a gente feliz dejar de serlo. Y a gente, de natural tristes, aún más tristes. Hemos visto a hermanos llorando de rabia. A amigos perder su orgullo. Y a otros amigos dejar de serlo. Nunca sabremos bien por qué en realidad. Raro porque hemos sufrido la presión. La incomprensión. Y momentos de colera. De pena. De ira incontrolada. Hemos vivido injusticias que nunca esperamos. Sí, toca reflexionar: ha sido un año raro.

Pero termina hoy.

Y, por fortuna, también hemos visto a gente luchar. Y eso nos anima a seguir luchando. Y, por fortuna, hemos visto a gente reír. Y eso nos anima a seguir riendo. Y, por fortuna, hemos visto a gente triunfar. Y eso nos hace sentirnos esperanzados. Y hemos hecho daño a otras personas, por acción u omisión. Y eso nos hace recordar, si lo asumimos, que podemos, sí, aún podemos, ser un poquito mejores. Es lo mínimo a lo que podemos aspirar. Aunque es probable que volvamos a cometer, una y otra vez, los mismos errores; y que hiramos de nuevo: pero puede que también terminemos aprendiendo. Poco a poco.

Yo hoy soy más feliz que hace un año. Cuesta reconocer estas cosas a veces (en eso somos todos muy humanos: la felicidad es una ilusión, y siempre va de dentro hacia fuera; sólo que a veces se pierde por el camino). He perdido, como casi todos, un poquito de mi inocencia en 2013. Pero sigo aquí. Y sigo en pie. Con eso me basta para poder soñar. Pero no en una utopía desvencijada que no volverá, que tal vez nunca estuvo: no. Deseo pensar que todos estos años de caída libre hacia un agujero en ninguna parte, de sinsabores, de pánico, de pérdida, han servido de algo. Al menos para reestructurar nuestras realidades.

lunes, 30 de diciembre de 2013

La verdadera tendencia en Social Media para 2014

Llevo semanas (bueno, la última no, que he estado bastante desconectado, lo confieso) leyendo y releyendo artículos que desgranaban lo que iba a ser tendencia en el mundo del Social Media de cara al 2014 que empieza, oh, cielos, en un par de días. Y confieso que he leído de todo. Pero de todo. Con algunas cosas estoy muy de acuerdo (como, por ejemplo, el imparable ascenso de Google+ (nunca nada puso tan de acuerdo a todo el mundo, de Stephen Moyers a Frederic Gonzalo y tantos y tantos otros), el esperado crecimiento de modelos colaborativos en el ámbito digital (para todo: incluso para las cosas que menos esperábamos) o el auge de las redes sociales de nicho o verticales, de las que se lleva hablando años, también hay que decirlo, pero que parece que esta vez sí) y con otras menos (los negros auspicios para Foursquare (que no digo yo que no les haga falta una revisión en profundidad, tipo la que han llevado a cabo los chicos de MySpace), que chocan frontalmente con los manifiestos del SOLOMO y las comunicaciones geolocalizadas en tiempo real, que en mi opinión tendrán cierta relevancia; o el auge de los microvídeos, tan de moda gracias a Vine o las nuevas funcionalidades de Instagram, igual me equivoco, pero no termino de verlo claro), pero lo que es cierto es que hay opiniones para todos los gustos (que si Facebook esto, que si Twitter aquello, que el futuro está en la autodestrucción programada de Snapchat o en los posos que reposan en el fondo de una taza de café). Lo que más ha circulado (y ha sido replicado hasta la saciedad) ha sido el post de Jayson de Mers en Forbes, pero, como ya empieza a ser costumbre, ha habido también infografías que han servido de guía espiritual para muchos, como la de TwinEngine o la de Techinfographics, que nos demuestran que nos hemos vuelto muy vagos (y, claro, eso hará sin duda que se cumpla la predicción, casi unánime, del triunfo de la imagen en los medios sociales).



También se ha hablado mucho de ROI, de realidad aumentada, de Big Data (muerte a las métricas blandas, viva la analítica), de Social CRM y de contenido, y de contenido, y de contenido...

Pero, si nos paramos a pensar con calma, la verdadera tendencia, la que de verdad va a triunfar, aunque nadie hable de ella, es el sentido común. Porque, ¿qué nos dice el sentido común?: para empezar que llevamos años viendo como las "tendencias" se quedan obsoletas demasiado deprisa, o que pasan sin apenas darnos cuenta; que no todos los usuarios de redes sociales son iguales ni buscan lo mismo: ni todo son fotos, ni todo son vídeos, ni todo es texto; también que, pese a voces discordantes y pseudomísticas, esto del Social Media es un negocio, como lo fueron la prensa, la radio y la televisión o, para poner un ejemplo más acorde, como lo son los bares (y en un negocio mandan el dinero y la rentabilidad: así que o consumes o te vas: y si eres una marca, parece que te toca pagar la ronda). De sentido común es pensar que los grandes jugadores van a empezar a monetizar a base de bien sus grandes masas de usuarios (y que si no pasas por caja no habrá estrategia que valga). De sentido común es que los jugadores más pequeños ya no tienen tiempo ni dinero para hacerse grandes y que deben jugar con otras cartas (llámese privacidad, afinidad o como se quiera; y, sobre todo, conteniendo sus costes de desarrollo, ¿he dicho ya lo de los modelos colaborativos?), pero con cuidado, porque en un mundo en el que todos somos diferentes en el fondo todos somos iguales. De sentido común es entender que las masas críticas no tienen porque ser de millones de personas, que vale con unos miles pero de los que compran. De sentido común es que las empresas pretendan obtener rédito de las inversiones realizadas y que deseen disponer de más información acerca de esos fans y followers con objeto de convertirlos en clientes. De sentido común es que la atención al cliente en medios sociales sea normalizada y se convierta en una ventaja competitiva y no en un quebradero de cabeza. De sentido común es saber diferenciar estrategia de táctica y comunidad de página de fans. De sentido común es entender que Google barre para casa (y cuando se sabe lo que Google sabe hablamos de una escoba muy grande). De sentido común es asumir, de una vez por todas, que escuchar es la parte más relevante de conversar. De sentido común es saber que la información es poder.

Pero, sobre todo, es puro sentido común mirar hacia atrás para poder ver lo que tenemos delante. A mí me da la impresión de que yo esto ya lo he vivido.

sábado, 21 de diciembre de 2013

La multa a Google o como rasgarse las vestiduras

Llevo todo el día leyendo artículos, posts, opiniones y comentarios de lo más diverso en relación a la multa a Google de la AEPD (pongo este enlace para despistados por poner alguno, los hay a patadas). Me refuerza mucho en mi teoría de que nos encanta rasgarnos las vestiduras por un quítame allá esas pajas pero que luego no solemos afrontar las consecuencias de nuestros actos. 

Yo creo que Google no se esconde. Nunca lo ha hecho. Ni lo intenta. Sólo se recubre de una fina pátina de buenrrollismo (pero sin pretender ocultar lo obvio: más bien limarlo un poco).

En sus condiciones de privacidad lo dicen bien alto: "Los datos que recogemos a través de todos nuestros servicios se utilizan para prestar, mantener, proteger y mejorar dichos servicios, desarrollar nuevos servicios y velar por la protección de Google y de nuestros usuarios. También utilizamos estos datos para ofrecerte contenido personalizado como, por ejemplo, resultados de búsqueda y anuncios más relevantes". Vamos, que está claro: todo lo que les digas y compartas con ellos lo usarán para "rentabilizarte", alargar tu "life time value" al máximo y poder sonsacarte más información para perpetuar el ciclo.




Y hasta te detallan toda la información que extraen, a saber: "información detallada sobre cómo utilizas nuestro servicio (por ejemplo, tus consultas de búsqueda); datos telefónicos como, por ejemplo, tu número de teléfono, el número de la persona que realiza la llamada, los números de desvío, la hora y fecha de las llamadas, la duración de las llamadas, información sobre el enrutamiento de mensajes SMS y tipos de llamadas; la dirección IP; información relativa a tu dispositivo como, por ejemplo, fallos, actividad del sistema, ajustes del hardware, tipo de navegador, idioma del navegador, fecha y hora de tu solicitud y URL de referencia; cookies, que permitirán identificar tu navegador o tu cuenta de Google". Es decir: van a obtener de ti todo lo que necesiten saber para "vender" mejor su verdadero producto: la publicidad.

Tampoco oculta, en realidad, sus intenciones, y lo deja expuesto en las condiciones de servicio con una frase lapidaria: "Si usas nuestros servicios, aceptas que Google use dichos datos de conformidad con sus políticas de privacidad". Y, además, añade: "Al subir contenido o al enviarlo por otros medios a nuestros Servicios, concedes a Google (y a sus colaboradores) una licencia mundial para usar, alojar, almacenar, reproducir, modificar, crear obras derivadas (por ejemplo, las que resulten de la traducción, la adaptación u otros cambios que realicemos para que tu contenido se adapte mejor a nuestros Servicios), comunicar, publicar, ejecutar o mostrar públicamente y distribuir dicho contenido". Es decir: no sólo van a rentabilizarte a ti, también todo lo que compartas, incluyendo emails, posts, publicaciones, imágenes o vídeos (pioneros hasta en aquello de "el contenido es el rey"), ¿queda claro, no?

Para mí es meridianamente claro: siempre lo fue: y quién no lo quiera ver está muy ciego. ¿A cuenta de qué una empresa te va a ofrecer uno de los mejores buscadores en internet, un servicio de correo electrónico, un disco duro virtual con gran capacidad de alojamiento, software para creación de documentos, calendario on-line, conexión con tu terminal móvil de todos estos servicios (por mencionar unos pocos, que no todos) de forma totalmente gratuita si no esperara algo a cambio? Vamos, por favor. El problema es que (y esta es una brillante frase extraída literalmente también de las páginas de Google) "a algunos usuarios no les interesan los documentos legales, pero se trata de contenido importante". Porque claro, es mejor quejarse. La ambigüedad es para quien la quiere encontrar. Igual que la dificultad de acceso a los datos (vamos, nada más sencillo que darse de baja de los servicios, pero, claro: te quedas sin servicios gratis, mecachis).

Dominan la mitad del mercado de la publicidad digital mundial; controlan las búsquedas on-line de una gran parte de la población del planeta; saben de nosotros más que nosotros mismos; evaden impuestos (de la manera más legal posible) siempre que pueden; traen de cabeza a todos. Definitivamente, no me gusta esto. No es bueno. Para casi nadie (excepto, por supuesto, para Google). Pero no me gusta la doble moral. Nada es gratis. No hay ambigüedades en eso. 

A ver: si mañana alguna de las asociaciones súper guays de defensa de los consumidores que tenemos propone un apagón anti-Google, ¿quién lo secundaría? Estoy esperando a ver las manos levantadas: la mía lo está, pero dejadme antes que ahorre, porque me tocará gastarme unos pocos cientos de euros en todo lo que me ahorro gracias a ellos.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Compartiendo el conocimiento...

Hace unos días tuve la suerte de dar un par de clases (acerca de Analítica Web (sorprendente la escasa importancia que le dan algunos) y, mi favorita, Social Media). Yo daría más (si tuviera más tiempo, también eso influye; aunque el tiempo es muy maleable, y cuándo se quiere encontrar, se encuentra). Confieso. Me encanta. Creo que compartir lo que uno sabe enriquece (y algunas preguntitas que te hacen te obligan a pensar: eso sí que enriquece). Quizás algo menos en unos temas que en otros. Pero enriquece. Siempre. Y no hay que tener miedo ni guardarse nada (tampoco somos los depositarios de la fórmula de la Coca Cola; y en todo caso: el conocimiento te lo pueden quitar, pero el talento y la capacidad de trabajo son innatos).

Huí de presentaciones en PPT y esas cosas. Y me centré en lo que sé. Porque, si me lo sé, ¿para qué voy a ceñirme a una proyección en una pantalla? De acuerdo, si fuera un temario cerrado sí sería relevante seguir un esquema concreto, pero en una masterclass o workshop o como se quiera denominar ahora (que es otro asunto espinoso en esto de la formación actual en temas digitales: ¿y esto qué es? Lo que digo siempre: esto va tan deprisa que la clase del otro día será un bonito recuerdo) creo que lo importante es que los asistentes se hagan una idea general y tengan ocasión de interactuar de manera constante para resolver sus dudas (que son muchas).

Mi único objetivo era que el público saliera con la sensación de haber aprendido, conceptualmente, que encontraran utilidad: afortunadamente un 98 por ciento contestó que sí. Ergo: satisfecho en ese aspecto.

Luego estaba el otro factor relevante: ¿me expresé correctamente?, ¿les causé buena impresión?, ¿les parecí un buen "profesor"? O, lo que es lo mismo: ¿me comuniqué de manera correcta?: he aquí algunos de los comentarios que volcaron en la encuesta posterior a la clase: "El ponente es experimentado-realista", "ha sido muy interesante", "buen nivel de profundidad", "sabe explicar los contenidos", "tiene grandes conocimientos de la materia".

Y, ¿sabéis por qué hablaron bien?: porque no guardé nada: ni escondí trucos, ni fui allí a hablar de mi libro (que hubiera podido: presentarles case studies de mi empresa, ofrecer nuestros servicios, y esas cosas que a veces te sorprenden en algunas clases a las que pensabas ir a aprender algo). Les intenté explicar lo que sé como me gustaría que me lo hubieran explicado a mí: partiendo de una base razonada, donde prima el sentido común (las más de las veces el menos común de los sentidos) y adaptándolo a los conocimientos básicos de cada alumno, explicando el porqué de las cosas pero también el cómo. Al fin y al cabo es lo que intento hacer en mis perfiles sociales y en este rinconcito de internet que tengo a medias con Google. Comparto lo que sé, lo que leo y lo que entiendo que puede ser útil a otros (evidentemente, desde mi subjetividad, que para algo son "mis" perfiles y "mi" blog).

Y les avisé de un par de cosas que son fundamentales (al menos lo son para mí): hay que formarse cada día, porque este mundo cambia cada día; y, segundo, hay que tener siempre los objetivos claros (vale para todo: para Analítica, para Social Media, para cocinar, para hacer amigos...).


lunes, 16 de diciembre de 2013

¿De quién es este fan?

Perdonad el retraso. Han sido semanas de mucho ajetreo, de mucho trabajo (y hasta de dar clases, aunque de eso ya hablaré en el próximo post, que prometo intentar publicar en breve, si todo va bien): lo importante: ya estoy aquí. Podría haber publicado alguno de estos días cualquier texto sin sustancia, es cierto. Pero, si no me sale, ¿por qué voy a bloguear por bloguear (por cierto, brillantísimo texto en Yorokubu)?

Disculpad (nuevamente): al asunto (me pierdo entre mis pensamientos y luego me dicen que me paso de los dos minutos, ¡y con razón!): leía este fin de semana un interesante artículo acerca de la propiedad (en términos estrictos) de los usuarios que siguen una cuenta de Twitter. Me llamó tanto la atención que seguí indagando. Usando los nombres claves del caso como herramienta de búsqueda llegué a un texto que me encantó: "¿Haces me gusta en mi página de Facebook? Entonces eres mío". No traduciré el texto original (aunque os dejo el enlace por si gustáis: de verdad merece la pena; además, en los últimos párrafos encontraréis el caso en Twitter al que hacía referencia al arrancar, Phonedog vs Kravitz, que tampoco tiene ningún desperdicio), sólo el demoledor inicio: arranca con una frase que por sí sola ya merece ríos de tinta: "No posees ninguna audiencia", de Jeffrey K. Rohrs: "En esta era del 'permission marketing', no puedes pretender tener una audiencia en propiedad".

El texto aborda un espinoso asunto: ¿a quién pertenecen los fans de una página de Facebook? Para empezar, ahí está la trampa: un fan en Facebook no es una propiedad, legalmente hablando. Y aunque el post original no va de esto (es más una disputa entre... bueno, leedlo, que tampoco cuesta tanto) es precisamente en lo que yo quiero ahondar: ¿las marcas tienen algún "derecho" sobre los "fans" de sus páginas en esta red social? Resulta evidente que las compañías hacen esfuerzos en diversos frentes para atraer usuarios a sus espacios sociales (bueno, o deberían, que esa es otra): contratan equipos de estrategia, creadores de contenidos específicos, community managers para la correcta gestión de sus comunidades y, por supuesto, planifican campañas específicas dentro de las propias redes dónde se encuentran (en muchos casos con el fin último de la captación). Y esos costes, todos sumados, no suelen ser bajos (entre adquisición y retención nos encontramos con cifras de hasta dos dígitos en algunos casos). Y, toda esa inversión, ¿en qué queda? Porque un fan en Facebook no es un "lead" (como no se cansan de repetirme algunos clientes, con toda la razón).

Nos encontramos antes una disyuntiva curiosa: una disyuntiva que ahora, además, puede verse sustentada por una jurisprudencia (insisto, no es el mismo caso estrictamente, pero a buen seguro planteará un precedente a tener en cuenta). ¿De quién es un fan?: ¿del que se lo trabaja?, ¿del que lo paga?, ¿de la marca que sirve de paraguas a los contenidos que han atraído al susodicho?, ¿o tal vez de Facebook y sólo de Facebook en última instancia?

Y en este momento vuelvo un poco atrás en el tiempo, al artículo que redacté en su día para Webpositer: "Hacia una comunidad social propia (y útil)": porque si los fans son de Facebook (y así será mientras no haya un juez que diga lo contrario), y de ser así no son leads válidos para las empresas, ¿es una inversión rentable la que estamos haciendo en estos momentos en esta red social?






lunes, 2 de diciembre de 2013

¿Esto del Marketing Digital es Jauja o qué?

En una comida la semana pasada (entre Inspirationals y negocios varios siempre queda tiempo para comer con buena gente) en la que surgió, quizás no por casualidad, el tema de los profesionales del Social Media en particular y el marketing digital en general (y lo caótico del asunto), yo, que siempre he sido algo Quijote, espeté aquello de "aquí lo que hace falta es que alguna organización de prestigio se lance y publique, de una vez por todas, un libro blanco", amén de unas guías de buenas praxis y esas cosas. Sorprendentemente, mis interlocutores asintieron con la cabeza. A ver si con tanta tontería al final voy a tener algo de razón (que aunque no sería la primera vez, no penséis que me quita el sueño: insisto en mi leit-motiv: prefiero ser feliz que tener razón).

Confieso que llevo poco en esto (bueno, dependiendo de lo que entendamos por poco: yo creo que estoy en fase de primerizo aún, aunque por lo menos lo tengo asumido) y que quizás fue un atrevimiento por mi parte. O tal vez no. Porque estoy cansado de mandar presupuestos de gestión de medios sociales (con su estrategia, su responsable de contenidos, sus técnicos y programadores para aplicaciones, sus herramientas de monitorización y esas cosas) y que me suelten aquello de: "pero, si yo lo que quiero es un community manager, ya sabes, algo baratito para empezar". Si ya ahondas en figuras como el experto en SEO dentro de la estructura de Social Media en coordinación con sus equipos (quien los tiene, ojo, menos de los esperados) habituales o empiezas con discursos peregrinos sobre conexiones con el CRM y generación de leads desde entornos sociales ya sí que te miran como a un bicho raro, raro.

Y es que en esto del marketing digital, y sobre todo en el espinoso (y a la par apasionante, peculiar paradoja) planeta de los medios sociales, todo el mundo sabe, y todo el mundo entiende. Comprensible. Porque es un entorno en el que con algo de sentido común rápidamente se captan todos los conceptos. El problema es que aquí no todos son conceptos: luego está el trabajo de campo (el de picar piedra), y es ahí dónde algunos se pierden. Bueno, nos perdemos (con lo bien que estaba quedando no voy a echar por tierra ahora la buena imagen).



En redactar estas elucubraciones estaba cuando, ayer mismo, leí en el muro de Facebook del gran Javier  Díaz Colmenar este artículo (y comparto la imagen del mismo, porque es para troncharse de la risa, o del llanto, que para el caso lo importante es troncharse). Y pensaba dejarlo (así entre nosotros, ¿para qué seguir si él lo cuenta mucho mejor que yo y utiliza expresiones divertidas como pseudoprofesional, intrusismo o vergüenza, que molan mucho), pero como soy más de compartir que de borrar al final me he decidido a lanzarlo.

No es preciso que indiquéis si estáis o no de acuerdo. Pero sí estaría bien que opinarais: porque esto es relevante. Y, al fin y al cabo, es el futuro de un sector y su credibilidad lo que está en juego.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Su moto... y él: social media, Harleys y tele...

En este rarísimo mundo de la comunicación, la publicidad y los nuevos medios son raras de ver las ideas realmente novedosas. Y más las que lo son aunque a primera vista no lo parezcan.

Tengo la suerte de conocer a Ramón Pradera hace casi 30 años. Y aunque me encantaba como presentador de telediarios debo confesar que era algo que siempre se le quedó un poco pequeño (es lo que le suele pasar a los que tienen mucha actividad en la cabeza... y en el corazón). Por eso no me entristecí mucho cuando lo dejo (aunque pueda parecer uno de esos chollos laborales que todos buscamos en la vida: si no te llena, no te llena; y punto). Después de encontrarnos varias veces en diversos actos (algunos de Personal Branding, muy interesantes) y de retomar definitivamente el contacto cotidiano (cuando se lanzó Vibook) me empezó a hablar de su proyecto "Mi Moto y Yo", y de su concepto, que iba mucho más allá del mero entretenimiento televisivo y que se ahondaba más en la creación de una Comunidad Vertical (y todos sabéis que ahí ya me ganas: soy un apasionado incomprendido de este tipo de acciones, sobre todo si están bien hechas y aprovechan al cien por cien todo el potencial que una comunidad aporta a una marca o nicho de mercado: si hasta trabajo en eso, ya sabéis: Mangusta). Mucho ha llovido. Pero Ramón lo tenía claro: y cuando tienes las cosas claras, como él mismo dijo ayer en su presentación en Inspirational (y si trabajas mucho, claro), los proyectos suelen terminar saliendo.

La presentación me encantó: se le notan las tablas y el ingenio: nunca pensé que vería unas Harley rodando en la sala 25 de Kinépolis. Pero me encantó más el proyecto en sí (pese a que aún queda en una nebulosa, porque lo bueno, bueno, no lo podrán contar hasta dentro de unos días): ya no se trata de tener en parrilla un buen programa (que lo será), dónde un grupo de amigos a lomos de sus motos recorrerán España palmo a palmo para mostrarnos todo lo que de bueno tiene nuestro país (que todos sabemos, o deberíamos saber, que es mucho) desde una nueva perspectiva (seamos parte de una banda de moteros y busquemos con ellos bellos paisajes, buenos lugares donde comer y dormir) y con un excelente plantel de colaboradores (Álvaro Cabezas, director de Custom Machine, Mateo Barrios, de MondoBiker, o la cantante Alice Labelle), sino de ir más allá y aprovechar las nuevas tecnologías para convertir ese programa en "algo más". Y ese algo más pasa por que los espectadores sean parte de la comunidad y que los miembros de la comunidad se conviertan en espectadores. La comunidad, dónde además el propio Ramón y sus colaboradores puedan ir volcando todo tipo de contenidos adicionales, incluso en tiempo real, para que todos aquellos que lo deseen puedan ir más allá en su viaje junto a los protagonistas. El Social Media es la nueva TV, o la nueva TV ya es Social Media. Como lo prefiráis enfocar. Y, por supuesto: incluye en la fórmula una buena dosis de Branded Content (pero del bueno, nada de anuncios largos). La plataforma tecnológica es aún un misterio: pero dará mucho que hablar (y, si me dejan, en breve comentaremos al respecto). Pero lo importante no es la tecnología: es el CONCEPTO.

Y el concepto de Mi Moto y Yo no va a dejar a nadie indiferente.

¿Apostamos?

miércoles, 27 de noviembre de 2013

El maravilloso mundo de las aplicaciones en Facebook

Hoy toca barrer un poco para casa pero también de hablar de algo que da mucho juego y que lleva cierto tiempo aportando nuevas posibilidades a las páginas de fans en Facebook: las aplicaciones. Por definición: una aplicación es un programa informático que se utiliza como herramienta para una operación o tarea específica. No me enrollaré con terminología técnica. Tampoco divagaré sobre tal o cual lenguaje de programación (porque, así entre nosotros, ¿para qué?). Cuando en 2011 la empresa de Zuckerberg cambió por completo el diseño de las páginas corporativas se abrió un nuevo abanico de posibilidades para los desarrolladores: las empresas podían personalizar las mismas incluyendo hasta 12 TABs diferentes (aunque sólo 4 son visibles, y una de ellas obligatoriamente es la de fotografías, por lo que hay que desplegar el menú para poder verlas todas: a ver si nos vamos acostumbrando), y desde cada una de ellas podían enlazar a una aplicación diferente (algo que servía, entre otras cosas, para que los usuarios no se vieran obligados a dejar Facebook para poder disfrutar de determinadas opciones). Sólo por cuestiones de autobombo usaré el ejemplo en la página de Fiat


La Fan Page de Fiat con las diversas pestañas desplegadas

Hay aplicaciones para todos los gustos. Desde las más básicas (¿quién no ha visto el típico formulario de contacto (en nuestro caso desarrollamos una versión propia con algunas funcionalidades más que denominamos "Atención al Fan")?), pasando por las ya habituales aplicaciones de concursos (por cierto, recomiendo probar Contest O'Matik: más que interesante opción, ya que también puede emplearse para la generación de encuestas), los juegos (tan denostados por algunos como amados por otros) o las más recientes vinculadas al comercio electrónico: todas tienen algo en común: aprovechar más el potencial de una página de Facebook (ya sea para vender, para generar engagement, para incrementar las interacciones o para hacer crecer el número de fans, porque no olvidemos que cuando desarrollamos un programa para Facebook, éste puede interactuar, no sólo con el usuario que lo autoriza, sino también con sus amigos: una aplicación puede escribir en el muro de un usuario o enviar invitaciones y mensajes a sus conocidos. Es fácil ver las capacidades de estos programas en muchos ámbitos. Y, por supuesto, también sus contras (habida cuenta de que, cada vez más, aunque tal vez no lo suficiente, nos preocupamos de nuestra privacidad en los medios sociales)).

Todo se puede conseguir usando aplicaciones: vincular un blog corporativo o integrar un perfil de Slideshare, transformar una página en tableros de Pinterest o permitir la visualización de un canal de YouTube o el TimeLine de una cuenta de Twitter. Y cuando digo todo, digo todo. Por ejemplo: se pueden vender coches (literalmente): desarrollamos una aplicación que permitía visualizar el catálogo de algunas de las marcas de automoción que gestionamos y que, a su vez, estaba conectada con el CRM del cliente: de este modo, cuando un usuario se registraba en la aplicación solicitando una oferta comercial se podía trazar su interacción completa durante todo el proceso y determinar si culminaba en la adquisición de un vehículo: tan simple como efectivo (ahora que no me digan que no se puede calcular el ROI en social media).

Landing page de la página de producto de Alfa Romeo

Pero también podemos desarrollar aplicaciones mixtas, que por un lado inviten a viralizar pero que por otro no olviden fomentar la compra o promocionar determinados artículos. He traído como ejemplo la última creación de The Blog TV, una aplicación personalizable (es decir, la base de programación es única, pero se puede customizar el diseño adaptándolo a la imagen de cada empresa concreta) denominada WishList que permite a los usuarios crear sus propias listas de regalos (en base a una serie de productos predeterminados por cada marca) y compartir sus "carta a los Reyes" con sus amigos dentro de la red social (ya puestos a jugar al "amigo invisible" que al menos nos den pistas, ¿no?).


En resumen, que se me pasan los dos minutos: si quieres una buena página en Facebook, pon una aplicación en tu vida. Y, llegado el momento de hacerlo, ¡no dejes de consultar a los profesionales!

martes, 26 de noviembre de 2013

Otras formas de ser social: documentos compartidos

Muchas veces nos dejamos llevar por lo "obvio" (que, paradójicamente, rara vez lo es para los demás) y asumimos que Social Media son los básicos que todo el mundo conoce y dónde todo el mundo está (o parece que está, o dice que está) sumados a las mensajerías instantáneas (Whatsapp principalmente, Line apuntaba maneras pero después de sus últimas pifias en los experimentos publicitarios ya no lo tengo claro; de los nuevos jugadores no puedo hablar, no los he probado). Sin embargo en los tiempos que corren el mero hecho de intercambiar (fotos, vídeos, frases absurdas o, directamente, memes) se nos está quedando algo corto. E incluso plataformas como Slideshare (ideales como complemento a un perfil en LinkedIn, por ejemplo) también: ¿no echáis en falta muchas veces hacer una anotación o una corrección (siempre de buen rollo, claro) dentro del documento en cuestión?

Personalmente estoy en todas partes (literalmente, que tristeza) y, además, me comunico con mis grupos de amigos empleando mensajería instantánea desde mi móvil. En determinados grupos de Whatsapp propuse (porque yo soy así, de proponer tonterías) combinar la información compartida (con sus limitaciones, cada vez menos) con la creación de un documento compartido online donde volcar una especie de agenda común y todos aquellos datos relevantes de todos nosotros (con objeto de no tener que estar constantemente revisando cientos de mensajes para buscar tal o cual cosa, tal o cual convocatoria). Una pifia monumental por mi parte (eso me pasa por osado: pero me sirvió para darme cuenta, una vez más, que muchas veces los que vivimos enfrascados en esta tontuna endogámica de los medios sociales y los nuevos medios pecamos de soberbia pensando que "todos" deben conocer las mismas herramientas que nosotros: gran error, y lo peor es que, a veces, aplicamos ese pensamiento a nuestras estrategias). Y de aquellas lluvias, estos lodos.


El caso es que las posibilidades sociales de trabajar con documentos compartidos van mucho más allá del entorno laboral (ahí es mucho más evidente su utilidad). Pero, claro: hay que saber por dónde empezar. Lo básico: tu cuenta de GMail. Y a partir de ahí igual de sencillo: segundo: abrir tu Google Drive (¿hasta aquí bien?). Después haces clic en "Crear" (arriba a la izquierda), seleccionas el tipo de documento y listo (bueno, no, pero casi: luego ahondo en eso, dadme un par de párrafos). Una vez que guardas el documento creado puedes compartirlo (o no: recuerda que tu Drive también puede ser usado sólo como disco duro virtual): una operación que no podría ser más sencilla: seleccionas la privacidad del archivo, introduces la dirección de email del usuario o usuarios a quienes permites acceso (bien para ver, para anotar o para editar con libertad el documento) y punto.



Los usuarios seleccionados recibirán un sencillo email que incluye un enlace al documento (como el del pantallazo de un poco más abajo). Y todo listo para empezar a trastear en equipo. Y se puede trastear mucho: escribir artículos a cuatro manos en tiempo real, compartir y modificar las habituales "agendillas" en hoja de cálculo (vamos, confesad: todos hemos usado Excel para hacernos nuestros listados de contactos con esos campos tan habituales de nombre, email, teléfono, cumpleaños, observaciones... tan básico como útil) y esas cosillas.

(Lo prometido: dos párrafos después...) Pero, claro, eso es si queremos quedarnos en lo de siempre (ojo, que no es poco: la presentación, la hoja de cálculo, el formulario o el editor de textos). Si queremos jugar en las ligas de los mayores puedes conectar a Google Drive infinidad de aplicaciones: para editar vídeo, para hacer mapas mentales, para preparar mockups en equipo, para desarrollar proyectos creativos, editores de audio, programas de dibujo, CRMs básicos (bueno, y podría seguir, tanto para temas profesionales como de ocio)... A mí, por ejemplo, me encanta (conceptualmente) Realtime Board: mucho más que una pizarra multiuso colaborativa. Aunque claro, hay para todos los gustos.


Y ahora sólo queda conocer vuestra opinión al respecto: ¿os animáis a compartirla? También valen trucos y consejos (que siempre vienen bien) o experiencias propias en el uso de documentos compartidos.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Una aplicación que mira más allá…

Lo cierto es que el mundo es un pañuelo. Había oído hablar hace unas semanas de una nueva aplicación móvil que permitía dejar pequeñas cápsulas del tiempo para recordar a las generaciones venideras momentos importantes de nuestras vidas (jo, como en las películas americanas: ¿por qué aquí no hacíamos esas cosas?).  Conceptualmente me resultó de lo más interesante.  ¿Lo más curioso? ¡Qué uno de los socios que habían hecho realidad el proyecto (con poco dinero y mucha ilusión, ¡qué no se diga que en España no tenemos talento!) era el marido de una compañera de clase de hace más de 20 años! Por cierto, desde aquí mi enhorabuena a Jesús Castells: ya se la he dado personalmente, pero nunca está de más. Es duro emprender en España.

No quiero decir que de no ser así no hubiera escrito sobre RecMemberMe: pero, claro, lo hubiera hecho con mucha menos ilusión (es algo muy nuestro eso de ponernos contentos por los éxitos de quienes nos resultan cercanos).




Todo hay que decirlo: la aplicación no puede ser más sencilla (y se agradece): tras el habitual, y necesario, registro (que puede ser social a través de Twitter o Facebook; ojo: los textos e imágenes encapsulados son privados, es decir no compartes sus derechos, lo que es bueno, y se alojan en servidores seguros, es bueno saber que aún queda algo de confidencialidad en el mundo)  seleccionas una plantilla de envío (hay diversas opciones gratuitas, aunque también puedes decidirte por plantillas “de pago”, algo más sofisticadas), introduces la foto, el título y el texto, incluyes un destinatario (si no tiene email, la aplicación te manda un recordatorio para que lo incluyas más adelante; además, curiosidad: se comprometen a mantener actualizadas las formas de comunicación futuras, ¡menudo riesgo!) y decides cuándo quieres que el destinatario reciba el mensaje (año, mes, día y hasta hora; eso sí: sólo garantizan el servicio durante los próximos 100 años: ¡esperamos que sean suficientes!). Evidentemente, lo puedes compartir (por ahora, al igual que con el login, sólo en Facebook y Twitter; a ver si se animan e incluyen Google+), aunque bueno, entiendo que tampoco es el objetivo de la aplicación. Otra funcionalidad interesante es la posibilidad de crear un mapa de recuerdos (si las imágenes están geoetiquetadas, una opción que no todos tenemos activada en nuestros smartphones).

Por ponerle pegas: una vez enviado el Recmember no lo puedes modificar (cuidadín con eso, que te puede jugar una mala pasada, ¿quién no ha deseado borrar un recuerdo alguna vez?).


Y, ¿los vídeos? Bueno, para mandar vídeos hay que plantearse pasar por caja y darse de alta como usuario Premium. No es caro. Y me parece un interesante modelo de negocio (a combinar con otras fórmulas de monetización, como la publicidad). Al final las imágenes se van quedando cortas y la opción del vídeo (aunque no permite piezas largas más allá del minuto y medio) seguro que será una baza a tener en cuenta.  ¿Preparados para dejar un testimonio a las generaciones venideras?

lunes, 18 de noviembre de 2013

El futuro inmediato (del social media) se escribe en Google+

Soy de los que están muy hartos de escuchar por ahí ese leit-motiv tan de incrédulos: “Google+ es un erial”. Y lo cierto es que sí que es cierto que en muchas ocasiones lo parece (no en el Google+ que yo visito a diario, pero parece que en el de algunos sí, ¿qué le vamos a hacer?).

No soy un “Google Lover” (porque igual que defiendo lo que hacen bien me enerva cuando tratan de aprovecharse de su posición dominante, algo que hacen más a menudo de lo que su slogan podría hacer pensar), pero sé apreciar las cosas buenas que aportan los chicos de Mountain View. Y si hay algo que están haciendo bien es su incursión en el entramado del Social Media, máxime con la fusión de todos los servicios asociados a las cuentas .



Para muestra un botón. Mi botón. Soy el orgulloso padre de una niña de 10 años que, actualmente, cursa quinto de primaria. Su profesor (que tampoco es que sea un chavalín) decidió centralizar en el entorno digital diversas de las tareas: instó a los alumnos a crearse una cuenta de correo electrónico, a través de la cual recibirían semanalmente sus deberes y la agenda de actividades, que también podía consultarse (vía Google Calendar, todo hay que decirlo) en la web específica y colaborativa de su clase. Personalmente me pareció una excelente idea. Lo que ocurrió al abrirse las cuentas (mayoritariamente GMail, algo que MSN debería hacerse mirar tras el titánico esfuerzo en la reconversión de Hotmail a Outlook) fue lo obvio: al unificar sus servicios Google ofreció a toda la chiquillería la opción de abrir su perfil en Google+: ni qué decir tiene que todos los compañeros de clase lo hicieron.  Por favor: ¿y qué niño de 10 años diría que no a abrirse una cuenta en una red social (cuando se lo ponen tan, tan fácil)? Para los padres supone una necesidad adicional: si no estás en Google+ debes entrar (aunque sólo sea para controlar lo que hace el niño); ¿y si poco a poco muchos padres entran en Google+?, ¿para qué mantener su actividad en Facebook? Una migración ordenada puede estar empezando a los ojos de todos sin apenas darnos cuenta.


La actividad de los niños en la red social de Google es frenética: hang outs, documentos compartidos (para los típicos trabajos de clase; me acuerdo cuando teníamos que pedir a nuestros padres que  nos llevarán a casa del único de la clase que tenía un prehistórico IBM con un procesador 286 (o puede que anterior), su sistema operativo DOS, su pantalla de fósforo, su disquetera de cinco y un cuarto…, suena todo tremendamente antediluviano, y no lo es tanto), fotos, canciones, vídeos… Yo, lo que me pregunto es: ¿alguno de ellos utilizará alguna vez Facebook? Y me respondo: lo veo harto improbable: porque nadie de su generación está allí esperándoles. Bueno, o tal vez sí. Pero, repito: improbable. Y me fijo en lo que sucede con la prensa escrita: que les cuesta adaptarse a los lectores más jóvenes. Y para mis adentros pienso: los ciclos cada vez son más cortos. Y los costes de desarrollo siguen siendo elevados. Los negocios digitales, igual que las lavadoras, están empezando a ser diseñados bajo conceptos de obsolescencia programada.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Datos, datos, datos: las estrellas del tercer encuentro digital de On Twice

Lo cierto es que estos eventos de On Twice me gustan en general, pero debo confesar que esta edición (la tercera ya) en particular me ha parecido sumamente interesante. Ya el título resultaba de lo más sugerente: Marketing de Resultados.




Tras una presentación y puesta al día por parte de Manuel Mercader, que hizo especial hincapié en las tres palancas clave del marketing digital (analítica, investigación y experiencia) arrancó lo bueno: la charla de Rubén Gallardo, director de audiencias e inteligencia de clientes PRISA, “¿Cómo extraer información relevante?”.

Y empezó con una reflexión interesante, con la que me confieso de acuerdo (no por casualidad dejé el display convencional para buscar nuevos retos en tecnología aplicada a medios sociales y comunidadesverticales): ya nadie se plantea planificar pensando en impresiones (bueno, algún despistado quedará) sino que ya se piensa en usuarios (de ahí que las compras programáticas y la gestión de datos sea clave: el martes mismo divagaba yo sobre ese tema en una interesante charla con un colega: muchos que no lo entienden se van a quedar en el paro). Y la clave está en los navegadores (incluso más que en las leyes): un 23% de los usuarios ya  usan navegadores que por defecto bloquean las cookies de terceros (no las de navegación, pero sí las de publicidad, precisamente las que aportan a los ad servers la información necesaria para lanzar publicidad basada en comportamiento). Por eso, los grandes ya están trabajando en que los usuarios se loguen a la hora de navegar en sus sitios. Porque es ese registro (ya sea convencional o social) el que les da información para conocer a sus usuarios aunque no puedan contar con cookies. Además al registrarse un usuario ya declara una relación directa con el sitio; mejora su experiencia (puedo personalizar su navegación y, ojo, su publicidad, en función de su registro); la clave está en que si nos vemos abocados a un entorno anónimo en la red debemos empezar a trabajar más empleando un CRM, o un Social CRM si lo preferimos: no sólo necesitamos usuarios logueados: necesitamos conocerlos bien y analizar sus evoluciones.

Tras Rubén le tocaba el turno a Jesús Ramón, que intentaba dilucidar  “Cómo interpretar lainformación”: supongo que era inevitable que añadiera la coletilla “y no morir en el intento”. Porque lo cierto es que en los últimos cinco años se ha generado más información que en los 50.000 anteriores. Y eso, señores, es muy complicado de manejar. He hizo hincapié en separar conceptos: no es lo mismo Analítica que Research. Entender eso es vital. Porque la analítica nos dice "qué", y el research nos dice "cómo": sólo empleando correctamente ambos podremos empezar a intentar intuir el "porqué". Aunque confesó que no era experto en neuromarketing (que junto a las ciencias del comportamiento intenta definir cómo somos y nos comportamos ante determinados impulsos; yo me acordé de Mónica Deza y de excepcional ponencia al respecto) sí aseveró que una parte relevante de su labor es intentar entender como pensamos. Porque es un hecho que el 95% de los factores que nos llevan a tomar decisiones no están identificados. Igual que lo es que el mundo digital nos estresa. Y es ese estrés el que nos hace ser aún más irracionales que de costumbre. Una curiosidad al hilo de esta afirmación: la primera búsqueda de Yahoo era Yahoo, lo mismo pasaba en Google y ahora en Facebook, ¿no demuestra esto que, realmente, estamos todos fatal? Nuestro cerebro es un órgano de lo más curioso: procesa las imágenes sin necesidad de pasar por el córtex: por eso lo primero que miramos en cualquier web son las imágenes. Ni siquiera funcionamos igual dependiendo de nuestro sexo: hombres y mujeres son diferentes: por lo que la comunicación, máxime en digital, dónde las oportunidades duran unos segundos, debe ser diferente.

Nos trajo, además, una brillante frase de Daniel Kahneman: “Tenemos dos sistemas de pensamiento, y el 90% de las veces gana el rápido, emocional e inconsciente”. Y es una gran verdad. Por eso nuestra meta debe ser no hacer pensar a los usuarios, tan sólo hacerlos sentir. Si el usuario se va, rara vez vuelve.