Sábado. Conozco gente que aborrece los sábados (bueno, también los hay raritos a los que no les gustan los lunes, nadie es perfecto). A mí personalmente (y, de manera alterna, por unos motivos u otros) son días que me resultan bastante simpáticos. Además, hoy disfrutaré de una sesión extraordinaria de Paintball (caramba, ¡cómo relaja eso!) lo que sin duda redunda en mi buen humor. O en una total y absoluta falta de criterio, que también.
A lo que iba, que empiezo a divagar y me conozco: el Mus. Confieso que no lo descubrí hasta la facultad. Fui el típico estudiante de ciencias que mataba los ratos entre clases en la cafetería (cuando en las cafeterías universitarias aún flotaba una densa nube de humo) dirimiendo entre envidar o no a la chica (sí, todos conocemos el dicho: "Jugador de chica, perdedor de Mus", pero yo era joven e inexperto, qué le voy a hacer). Las partidas de Mus siempre me parecieron el entorno ideal para conocer a la gente (pero conocerla, de verdad: cómo mienten, cómo tratan de disimular una situación ventajosa, cómo se comunican con sus compañeros, cómo evalúan una situación de riesgo o cómo se enfrentan a ella). Aunque también para charlar de forma distendida.
En los tiempos que corren (nos hemos vuelto todos un poco locos, o tal vez un pelín "hipsters", en su acepción menos conflictiva de alternativos o bohemios) no dejan de sorprenderme las extrañas maneras en las que fomentamos el networking (me encanta ese concepto: aunque, para algunos no sea mucho más que potenciar el crecimiento de nuestra agenda de contactos profesionales con objetivos más o menos comerciales, yo opino que, en realidad, es bastante más: es generar tormentas de ideas espontáneas, es compartir conocimiento de manera altruista, es hacer castillos en el aire a sabiendas de que estás rodeado de gente capaz de dibujarlos e, incluso, construirlos). He visto sesiones de "BeerWorking", de "GinWorking",... ¡cielos: hasta de "BeachWorking"! Pero nunca una de "MusWorking" (hasta donde yo sé: por favor si alguno de los pocos que me leéis sabéis de alguna, no dejéis de avisarme). Y eso no deja de extrañarme. Porque pocos juegos como el Mus pueden fomentar lo que yo entendería como auténtico networking: alianzas personales y corporativas que pudieran desembocar en una sinergia empresarial beneficiosa.
Sé que puede sonar pretencioso, o absurdo, o ambas cosas entremezcladas y combinadas con una pizquita de locura, pero desde este modesto púlpito os invito a todos a ayudarme a fomentar el #MusWorking. Aunque sólo sea porque es sábado.
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