Por una de esas casualidades del destino, me topé con un email el otro día dónde se comentaba este vídeo:
Alucinante, ¿verdad?
De lo primero que me di cuenta es de que siempre he sido un enamorado de mi trabajo. De lo segundo, no menos importante, que parecía un episodio del siglo pasado (cuando, en realidad, apenas si han pasado tres años). Lo tercero, más anecdótico y personal: picaruelo estás estupendo, aún con todos esos brillos en la frente y esa querencia a tragar saliva (ay, los nervios).
Me vienen a la cabeza montones de proyectos de aquellos días: proyectos inconclusos, pero que me ayudan a ver con algo de más claridad el presente; y, tal vez, incluso el futuro.
O tal vez no: ahora que mi formación y mi esfuerzo me arrastran de manera (casi) inexorable al entorno digital (y lo que queda), entiendo por fin que las necesidades de comunicación dirigidas al colectivo de nuevos residentes siguen ahí, por explotar: lo único que cambian son los caminos a seguir. De hecho, lo que creo que voy a hacer es preparar una nueva entrada (aprovechando la tranquilidad de las tardes de verano) centrada exclusivamente en marketing digital y colectivos extranjeros en España. Y, sí, he dicho marketing, en su conjunto, y no medios online: porque ya no es suficiente con una correcta estrategia de planificación.
Se admiten apuestas: ¿seré capaz de hacerlo antes de que termine la semana? Vamos, ánimo: querer es poder.
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